Zaragoza merece (mucho) más

Zaragoza merece (mucho) más

Hace más de catorce años, una fría tarde noviembre de 2010, el Movimiento Avispa realizaba una de sus primeras acciones contra la nefasta gestión del entonces propietario del paquete accionarial mayoritario del Real Zaragoza, el empresario soriano Agapito Iglesias; en ella dos grandes pancartas rezaban “Por la dignidad perdida. Zaragoza merece más”. Hoy, tras finalizar en la 18ª posición de la tabla clasificatoria de Segunda división la más desastrosa campaña deportiva del Club de las últimas ocho décadas, desde finales de los años 40 del siglo pasado, el mensaje mantiene la misma fuerza y vigencia que en aquel otoño de 2010, con el añadido de que en estos quince años transcurridos el Club ha vagado 12 campañas en la división de plata y tan sólo consiguió salvar a duras penas la permanencia en la máxima categoría del fútbol español. Lejos queda el brillo de los títulos de Copa, de las clasificaciones europeas y se acaban de cumplir tres décadas de la épica conquista de la Recopa de Europa en el parisino Parque de los Príncipes frente al Arsenal inglés.

La perspectiva que da lo narrado en el párrafo anterior deja una desolador paisaje y un futuro más que incierto para la entidad, sensación que se acrecienta al observar la deriva clasificatoria de los tres últimos cursos, los que llevan al frente los actuales propietarios de las acciones de la S.A.D., ya que se han ocupados los puestos 13º en la temporada 2022/2023, 15º en la 2023/2024 y 18º, como ya hemos dicho, en la recientemente finalizada. La campaña próxima será la decimotercera consecutiva en Segunda y además el equipo y la afición padecerán el exilio al estadio modular, situado en el parking norte de la Expo, hecho que se repetirá también en el curso siguiente antes de poder volver a la Nueva Romareda, cuya construcción se va a realizar en paralelo.



Una Propiedad alejada de la realidad

Hace ya tres años del desembarco en Zaragoza de un grupo de inversores de diferentes procedencias geográficas y empresariales que iban a tomar el relevo que les daban los patronos de la Fundación Zaragoza 2032, quienes en 2014 habían sucedido al citado Iglesias al frente del Real Zaragoza, manteniendo como cordón umbilical al empresario zaragozano Juan Forcén. Es indudable el esfuerzo económico realizado por los nuevos propietarios, reduciendo de manera considerable la deuda, llevándola a mínimos que no se veían seguramente desde la época de Alfonso Solans Serrano, hace más de 30 años, sin embargo, más allá de las cifras económicas se puede decir que en el resto de áreas acumulan fracaso tras fracaso. Siempre ausentes, distantes las pocas veces que el entorno puede oírles, han alejado el sentimiento zaragocista y zaragozano de cualquiera de sus ámbitos de actuación

A pesar de nombrar al estadounidense Jorge Más como Presidente del Club, desde el inicio se supo que la mayoría de las acciones pertenecían a distintas sociedades tras las que siempre pareció estar el atlético Miguel Ángel Gil Marín, ya que dichas sociedades tenían como principal actor a Pablo Jiménez de Parga, abogado y mano derecha del primero.. El posterior nombramiento de los también atléticos Emilio Cruz y Mariano Aguilar como miembros del Consejo de Administración zaragocista despejaban la más mínima duda que pudiera quedar al respecto.

El magnate de origen cubano, propietario del Inter Miami, donde milita Leo Messi, se ha mostrado más como una figura de pura representación institucional que con poder real en la entidad. Apenas una decena de visitas fugaces a Zaragoza, con la construcción del nuevo estadio como principal objetivo, en las que siempre dejó titulares de un optimismo fuera de la realidad diaria del Club. A él, como al resto de propietarios y ejecutivos, se le olvidó siempre la “D” de Deportiva que completan las siglas de la Sociedad Anónima que el grupo de inversores adquirieron en 2022.

A su llegada pusieron al frente de la Dirección General del Club a Raúl Sanllehí, hombre de fútbol curtido en grandes clubes como F.C. Barcelona y Arsenal, que cometió su primer gran error al decidir la continuidad del entonces Director Deportivo Miguel Torrecilla, persona incapaz que contó casi todas sus decisiones por errores, y por el contrario despreciar la de Juan Ignacio Martínez “Jim” en el banquillo, tras temporada y media en la que primero consiguió una salvación heroica y después una permanencia solvente con muy pocos medios para traer a un casi desconocido Juan Carlos Carcedo, con quien ya había conocido en el club inglés cuando el técnico era ayudante de Unai Emery. Si bien la trayectoria deportiva, como hemos visto fue errática el Director General sí cumplió con creces las tareas que le encomendó la Propiedad fuera del ámbito deportivo. Resultó fundamental para que la construcción del nuevo estadio, buque insignia del proyecto, pasara de estar previsto que se financiara al 100% por la propia S.A.D. a convertirse en un plan en el que se involucraban a partes iguales el propio Real Zaragoza, el Ayuntamiento de la ciudad y el Gobierno de Aragón. Tan fructífera labor fue recompensada con un nuevo destino para el ejecutivo catalán nada menos que en el Inter Miami, como ya hemos dicho propiedad del Presidente zaragocista Jorge Más.

Hace un año relevaba a Sanllehí en la Dirección General el madrileño Fernando López, hombre joven, cuyo único mérito era haber desarrollado la franquicia del Atlético de Madrid en Canadá, en una liga semiprofesional. Sin vinculación anterior con el fútbol, sin relación con Zaragoza y con un desconocimiento absoluto sobre lo que es y representa el Real Zaragoza, aterrizó a orillas del Ebro como un paracaidista desorientado. Un año después la sensación es la misma de esos primeros días. Sus principales iniciativas han sido puramente cosméticas, alguna de ellas desafortunadísima: la pulsera de tela con el lema “Siempre conectados” a principios de curso y el ignominioso cartel “Es posible, es Zaragoza” que ha presidido de manera vergonzosa La Romareda hasta su derribo son sus mayores “logros”. Aterrador. Su proyecto “2027, construyendo el futuro”, presentado a la prensa y a un reducido grupo de abonados a mediados de enero quedó en papel mojado nada más nacer ante las urgencias deportivas. Ni en el aspecto corporativo, ni en el de las infraestructuras, ni por supuesto en el deportivo se ha llegado a ver ni siquiera un rastro de aquel ambicioso plan. Tampoco ha sabido ejercer de portavoz del Club dejando dicha función siempre al entrenador de cada momento, primero Víctor Fernández, después Miguel Ángel Ramírez y finalmente Gabi Fernández ejercieron esa tarea con mayor o menor acierto. La valoración en todas sus tareas durante esta campaña sólo puede calificarse como muy deficiente.

Aunque resulte paradójico, por encima de los sucesivos Directores Generales siempre ha planeado la oscura figura de Mariano Aguilar, cuyo rostro es prácticamente desconocido para el aficionado medio zaragocista. Pese a ello parece el hombre que tiene la última palabra en las principales decisiones de la S.A.D., ejerciendo como enviado especial de Gil Marín y sus intereses sobre el terreno. Otro ejecutivo cuya relación con Zaragoza y el Club era nula hasta que fue nombrado Consejero de la entidad y que sigue viviendo en la capital de España, más cercano siempre al Metropolitano que a La Romareda.



Rozando la tragedia

No tendría sentido este texto si no se analizara lo sucedido desde el verano pasado en el ámbito deportivo, que los máximos accionistas hayan relegado ese aspecto a un plano secundario no puede hacer que el resto del entorno nos olvidemos de ello porque, al fin y al cabo, de eso se trata fundamentalmente todo, de fútbol.

Juan Carlos Cordero, como Director Deportivo, y Víctor Fernández, como entrenador, parieron una plantilla con más de una decena de novedades con respecto a la que finalizó la campaña 2023/2024. Casi un año después no podemos afirmar que estuvieron muy afinados. Algunas de las apuestas más importantes han resultado, por unas u otras causas, grandes decepciones: Joan Femenías, Keidi Bare, Ager Aketxe… son nombres que a todos nos vienen a la mente para entender los errores cometidos. Aun así el curso comenzó, como el anterior, de manera esperanzadora: 10 de los primeros 12 puntos sumados. Hasta la jornada 15 el equipo se mantuvo en puestos de PlayOff, pero mes y medio en el que tan sólo se consiguieron 4 empates y 3 derrotas hicieron que antes de Navidad un Víctor Fernández, agotado y que seguramente intuía que aquellas promesas, plasmadas en una reunión en el estadio Metropolitano en verano, se diluían, optara por abandonar el proyecto. El equipo estaba ya a 7 puntos de las plazas de PlayOff pero mantenía 6 con el descenso.

Capítulo especial merece el fugaz paso de David Navarro, hasta ese momento segundo entrenador de Víctor, por el banquillo. Dejó dos ruedas de prensa para el recuerdo, seguramente porque sabía que serían las únicas, llenas de mensajes hacia la plantilla, la afición y el entorno. Además, con más eficiencia que solvencia sacó una importante victoria ante el Racing de Ferrol. El Real Zaragoza decidió prescindir de sus servicios en cualquier posible puesto dentro de la estructura del Club.

Con el inicio de 2025 Juan Carlos Cordero, que finalizaba contrato a final de temporada, empezó a fraguar su despido de la entidad. Al nefasto fichaje de Miguel Ángel Ramírez unió un mercado invernal demencial, ya que dejó sin cubrir la pieza más débil desde el inicio de temporada: la de defensa central donde el equipo hacía aguas semana tras semana. Consiguió la cesión por parte del Partizán de Belgrado del centrocampista hondureño Kervin Arriaga, pieza clave durante la segunda parte de la temporada, el fichaje del delantero valencianista Dani Gómez y el regreso de Raúl Guti desde Elche, lugar de destino de Marc Aguado, donde ha conseguido el ascenso a Primera División. También se consiguió la venta de Iván Azón, ya lesionado en aquel momento, al Como de serie A y la salida de jugadores cuya presencia casi no había pasado de testimonial como Gori Gracia (cedido al Ibiza de 1ª RFEF), Sergio Bermejo (traspasado al portugués Gil Vicente) y Andrés Borge (cedido al Arenteiro de 1ª RFEF). Sin embargo, la baja más dolorosa fue la del guardameta Cristian Álvarez, una leyenda moderna en este calvario que suponen para el zaragocismo los últimos años, a medias empujado por las lesiones, la edad y las propias necesidades del Club, quien colgó los guantes pero sigue dentro de la estructura organizativa de la entidad.

La labor del canario Miguel Ángel Ramírez al frente del banquillo se limitó a tan sólo 10 encuentros en los que se consiguió una única victoria en Málaga, siendo incapaz de conocer la victoria como local y sumando 7 de los 30 puntos que se disputaron. Terrorífico. El equipo involucionó en cada partido hasta la vergonzosa derrota en Almería, cuando la decisión de cesarlo ya parecía tomada. Cada una de sus declaraciones fueron gasolina para un incendio que arrancó ya en la primera de sus presencias en La Romareda, cuando tras ir perdiendo por 0-2 ante el entonces colista Tenerife decidió mantener una inexplicable defensa de cinco hombres lo que llevó a la afición a pedir su dimisión a voz en grito. Su esperpéntica salida de la Ciudad Deportiva el día que fue cesado define su presencia en Zaragoza. Con él se llevó por delante a un Juan Carlos Cordero que parecía sentenciado al acabar la ventana de fichajes invernal. Ambos dejaban al equipo al borde del precipicio, con tan sólo un punto de ventaja sobre el Eldense, que ya marcaba el descenso.

A falta de 11 jornadas llegaba Gabi Fernández al banquillo, capitán del Real Zaragoza hace poco más de una década, se convirtió en pieza fundamental del Cholo Simeone en el Atlético de Madrid, tampoco necesita mucha más presentación. Arriesgó por venir a salvar al equipo en una situación delicadísima y con más elementos que perder de los que tenía a ganar. Su propuesta futbolística, muy limitada por el desarrollo de la temporada, no enamoró pero consiguió rescatar a jugadores que parecían perdidos (Jair, Poussin, Adu Ares…) y sumó 15 de los 33 puntos en juego, bagaje suficiente para salvar la categoría a falta de una jornada para el final. La tragedia se rozó pero no se consumó, aunque la deriva es clara y, de seguir así, el Real Zaragoza acabará visitando la 1ª RFEF antes que la Primera División. Es la triste y lamentable realidad que nos está tocando transitar.



Dos elementos clave

En estos últimos años ha habido dos factores clave para que el Real Zaragoza y sus 93 años de historia no hayan acabado deslizándose por el desagüe del fútbol español, la cantera y la afición.

Por un lado, la cantera no sólo ha ejercido su función de formación de futbolistas válidos para el primer equipo sino que además, durante este periplo por Segunda, ha sido casi la única generadora de ingresos provenientes de ventas, auténtico salvavidas al que se han agarrado los distintos rectores zaragocistas. Desde Jesús Vallejo a Iván Azón superan la decena los jugadores, que de una u otra manera han pertenecido a la estructura de la Ciudad Deportiva, que la S.A.D. ha traspasado: los canteranos Raúl Guti, Alberto Soro, Alejandro Francés… o los foráneos Diego Rico y Pep Biel entre otros. Todo ello en unas instalaciones impropias del Siglo XXI que, sólo gracias a la inversión que la adhesión al crédito firmado por los clubes de La Liga con CVC obligaba a hacer, han recibido en los últimos años un pequeño retoque en los campos de césped artificial situados en la parte alta del recinto, a todas luces insuficiente. Además el expolio a la cantera zaragocista continúa, año tras año, ante la impotencia de quienes gestionan el fútbol base blanquillo, sin medios de ningún tipo para poder retener el talento aragonés que acaba recalando en otros clubes. Paradójico resulta que el Presidente Más en una de sus primeras visitas manifestara la importancia que daban a “la academia”; desde entonces poco se ha visto mejorar en ningún aspecto lo relacionado con la cantera.

Por otra parte, la afición, mostrando una fidelidad a prueba de bomba, ha sido la otra pata donde sustentar cualquier proyecto de futuro. Sin dicha afición, que agota abonos y entradas para los desplazamientos temporada tras temporada, jornada a jornada, decepción tras decepción, no habría Club, no habría estadio que construir, no habría posible retorno de la importante inversión realizada. El sentimiento de orfandad se ha instalado de manera permanente en las gradas de La Romareda en las últimas temporadas, cualquier aficionado sabe la soledad que siente tras cada derrota cuando tan sólo algún jugador, casi siempre los mismos, casi siempre los de casa, y el entrenador le consolarán en la derrota, mostrarán alegría públicamente en la victoria, le agradecerán el apoyo en los días difíciles… Para el resto del club la afición parece no existir más allá de pedirle la renovación del abono en verano, la compra de merchandising y el apoyo incondicional en todo momento, cómo si hiciera falta pedirle nada a esta sufridora afición. No sólo no hay nadie que tenga un mínimo de empatía con el aficionado, es que el Club se ha convertido en un ente sin alma, cuando precisamente es el alma, el sentimiento, lo que mantiene vivo al Real Zaragoza. Parece mentira que teniendo unas raíces tan enclavadas en el Atlético de Madrid, club que siempre ha apelado a este tipo sensibilidades para identificarse y diferenciarse, tanto ejecutivos como dirigentes muestren tan poco esas cualidades a orillas del Ebro, como si al subirse al AVE se las dejaran olvidadas en el Metropolitano.

Seguramente se hubiera esperado, deseado incluso, una mayor crítica hacía todas las áreas de la entidad en el tramo final de competición pero es elogiable el ejercicio de responsabilidad y, por qué no decirlo, de zaragocismo que tuvo la grada. Es difícil exigirle más a una afición que lleva viviendo sinsabores continuados durante las últimas dos décadas. Con la llegada de Gabi al banquillo la grada, sin que nadie se lo pidiera, porque aquí nadie tiene el valor y el orgullo de salir ante los medios de comunicación para manifestar ninguna emoción ni hacer ninguna petición, decidió con inteligencia anteponer la vida y el futuro del Real Zaragoza por encima del sentimiento de frustración, rabia e impotencia que suponía cada jornada, decidió dejar las críticas a todas las estructuras de la S.A.D., mucho más que merecidas, decidió olvidarse de las afrentas sufridas en derrotas vergonzosas, como las de Almería o Valencia, donde el equipo careció más de carácter, orgullo y pundonor que de cualidades futbolísticas, siendo estas últimas muy escasas. La grada eligió la vida y la invasión de campo vivida tras conseguir la salvación fue la representación perfecta de ello. El club, el equipo, el campo, el estadio entero pertenecen a la grada, más allá de lo que digan unos títulos accionariales que no tendrían ningún valor sin la afición. Un club sin afición no es nada, un estadio vacío sólo lleva a la disolución de un Club o al ostracismo más oscuro. Todo esto se olvida tan a menudo por demasiados elementos relacionados con el entorno del Real Zaragoza.



En definitiva, ante una situación que cada curso se vuelve más preocupante esta ciudad, esta afición, este Club merecen más, mucho más de lo que se les está ofreciendo desde quienes rigen los designios de la nave blanquilla. Merecen más respeto, más cariño, más cercanía, más empatía, más ilusión, pero también más medios, mejores instalaciones, profesionales más preparados, un proyecto que verdaderamente esté a la altura. Estamos todos ya cansados de ver la nave que mueve nuestra pasión cada vez más a la deriva, cada vez más cerca del abismo y de no encontrar del otro lado más que la oscuridad, el silencio y la negligencia. Este artículo no deja de ser un grito desesperado y desgarrado, un ¡¡¡BASTA YA de sufrir, de penar!!!

Por peterpan.

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